La pasada semana se presentó públicamente el estudio “¿Fuerte como papá? ¿Sensible como mamá? Identidades de género en la adolescencia” realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescentes y Juventud, creado por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD). En él se recogen una serie de datos, fruto de una investigación sobre la violencia de género, algunos de ellos muy alarmantes; quizá el más llamativo es que el 80% de adolescentes han conocido algún acto de violencia de género entre parejas de su edad. Y yo me pregunto, ¿puede la educación social jugar algún papel relevante en este asunto?
Algunos datos del estudio
El estudio ha sido realizado entre adolescentes de 14 a 19 años de edad a través de una metodología mixta. Han contado con una muestra de 2.514 personas a las cuales se les ha realizado una encuesta y también con dos grupos de discusión online. En el estudio se pretende analizar los roles de género, las identidades y estereotipos y el plano de igualdad en las relaciones.
Respecto a los estereotipos chico/chica, las repuestas han sido muy similares independiente del sexo de quien las contestase: a las chicas se las clasifica como sensibles, tiernas, trabajadoras y preocupadas por su imagen. A los chicos, por otra parte, se los identifica como dinámicos, activos, autónomos, trabajadores, emprendedores, posesivos y superficiales.
En lo que se refiere a las relaciones de pareja una gran parte de los encuestados de ambos sexos (59,4%) consideran que el chico debe proteger a su pareja. Un 32% considera como algo normal la existencia de celos.
El estudio también recoge datos sobre la desigualdad de género. Algunas de las mayores coincidencias se dan en el ámbito laboral, donde las personas encuestadas reconocen que ellas tienen mayores problemas para ocupar puestos de responsabilidad política o laboral, ganar más dinero, encontrar empleo o conseguir una equiparación salarial.
Datos referidos a violencia de género
En este apartado encontramos diferentes cuestiones relativas al conocimiento de actos de violencia de género cometidos por parejas cercanas. Algunos datos más significativos son los siguientes:
- Sólo un 12% dice no conocer actos de violencia hacia la pareja cercanos.
- Un 58,6% conoce actos de vigilancia del móvil del chico hacia la chica. Un 62,9% los conoce a la inversa, de la chica al chico.
- Controlar a la pareja respecto a con quién puede hablar, dónde ir, etc. Un 41,7 % dice conocerlo este control de chicas a chicos y un 52,7 % de chicas a chicos.
- Lo mismo ocurre sobre el control de lo que hace. Un 47,6% de control de chicos a chicas y un 45,3% de chicas a su pareja.
- Respecto a la violencia física, en concreto al acto de pegar a su pareja, los datos son muy preocupantes ya que un 28,4% de encuestados conoce casos de chicos que pega a su pareja. A la inversa, respecto a mujeres que pegarían a su pareja dicen conocerlo un 16%.
- Entre los chicos los actos de violencia son más recurrentes y graves. Actos como intimidación, control personal y violencia física y verbal son los más frecuentes.
- Entre las chicas los actos más frecuentes son el control ya sea de móvil, con quién puede irse, etc.
¿Y cuál puede ser el papel de la Educación Social respecto a la desigualdad y la violencia de género?
Como profesionales de la Educación Social podemos jugar un papel relevante en la lucha contra la desigualdad y el cambio de estos roles tradicionales de género que se siguen manteniendo entre los adolescentes en la actualidad. Para ello es necesario que la administración (en sus diferentes niveles: estatal, autonómico y local) tome cartas en el asunto y lo considere como lo que realmente es, un gran problema social.
En lo que llevamos de año el Ministerio de Sanidad Servicios Sociales e Igualdad arroja una cifra de 29 víctimas mortales por violencia de género. Además, de ellas, 8 eran menores de 30 años. Lo cual nos muestra un reflejo de la gravedad del problema, que además no es sólo cosa de los más mayores. Sin embargo el presupuesto destinado a su prevención se ha visto reducido.
El mismo estudio presentado anteriormente muestra como muchos de los roles de género más tradicionales se reproducen de manera similar entre los adolescentes. Son roles que pueden transmitirse a través de las instituciones sociales como la familia o la escuela y por diferentes medios de socialización como la relación entre iguales.
Aquí es donde considero que los educadores y educadoras sociales podemos tener un papel relevante, a través de programas educativos de prevención que trabajen en diferentes contextos. No creo que sea suficiente con unos pequeños talleres realizados con los adolescentes en las horas de tutoría escolar. Dada la gravedad del problema entiendo necesaria una intervención integral. Programas educativos que trabajen género y violencia entre las personas jóvenes, pero que también intervengan con las familias y con los profesores y profesoras.
La reproducción de estos roles se observa de manera reiterada, y muchas veces inconsciente, en el día a día, por ello considero que una intervención amplia es la única que puede reportar unos resultados positivos.